mardi 18 juillet 2023

QUE LAS ÁGUILAS PREÑEN LOS NOPALES (1972)

TEOTIHUACÁN

Todas las mañanas se recrudece el frío de las aves,
los sismos recuerdan el parir de los metales
y las grietas que en la tierra aparecen
testimonian la transmutación de los hombres.

Árboles gigantes presagian la lluvia de los dioses,
obsidianas brillantes anuncian el hontanar de las razas;
insectos que cubren la espesura del aire,
innumerables pájaros que trinan en los aleros del tiempo,
serpientes que recorren el suelo
en la danza de las noches,
rozagantes metales que reflejan el calor del dios-sol,
jeroglíficos que subastan la palabra primigenia,
reconfortantes elíxires que desafían las fuerzas
del viento y las aguas,
todos al unísono conforman Anáhuac,
la meseta del lago,
Anáhuac que en náhualt quiere decir eternidad,
Anáhuac que en palabras comunes revive el rito de la historia.

Aquí crece Teotihuacán, la majestuosa,
las calles atestiguan el avance incoercible,
las figuras que emergen como loas simples de alabastro
en cada esquina del templo,
cuentan la riqueza de las manos,
la diorita y el pórfido refulgen todas las mañanas
para saludar al padre que nace en el oriente.
Aquí está Teotihuacán:
al norte la pirámide de la luna
mide la sombra del planeta
para mejorar con su voz
el cultivo del cacao,
al frente la plaza donde los hombres convergen
con sus innumerables recados de oro,
Al occidente el templo 
que gigante oculta el disco solar
regala su altura y sus escalinatas
a los ojos del nahua hechicero,
que ante la amenaza del águila esotérica
dibujará con su danza el calendario de los hechos;
Teotihuacán altanero:
el jaguar que convive con los nopales
teorizará las estrellas
que encajan en la punta del templo
y los hombres que hoy no cargan piedras
para adorar a Tláloc,
sino que entregan
toda su fuerza a la máquina
escribirán de boca de los poetas
tu epopeya de metales y líquidos,
tu épica de maíz y viento.

                                                               

TULA

Sobre las ruinas de Teotihuacán
ha surgido un nuevo templo de plegaria,
es tan grande como el primero
y su nombre tiene la raíz de los verbos: Tula.

Mixcóatl unió las las lenguas y la fuerza de los hombres
y los hizo uno solo,
canalizó las aguas de la guerra
y con ellas ungió la argamasa de América
para que con las manos libertarias
se elevaran los templos.
Arriba, en el del Quetzalcóatl
con hileras de metopas esculpidas en instantes,
solo el águila irredenta de los aires,
el jaguar de las garras feroces,
el urubú sincero,
el coyote sanguinario.

Un nuevo desafío es Xochicalco
que nace en la colina sin quebrar su figura,
las fechas renacen en el relieve de los años
y un calendario ordena:
Que pasen los años impasibles
que en los nuevos tiempos renacerá el llamado,
que requiebren el tiempo sin miedo
que tarde pintarán la hazaña en los muros de acero.
No importa que las migajas de barro
capitulen y mueran en la corteza fiera,
que los poetas reconstruirán la era y la época,
reencontrarán la hora, el minuto, el segundo
y lo dirán como juglares desde el Bravo a Chile,
en Yucatán, en Panamá y en Cuba,
en el imperio chibcha,
en Machu Pichu, en Cajamarca, en Cuzco,
en el Titicaca, cerca del Aconcagua,
en Tierra de Fuego, en Patagonia.
De América a América,
de mestizo a mestizo.




ITZCÓALT ES LA UNIÓN DE LOS PUEBLOS

Itzcóatl ha nacido de los dioses,
su boca tiene la figura de las fauces divinas
y su mano carga la soberanía de los creadores.
Te vimos Itzcóatlt plantando el árbol azteca
con el cariño genético,
supimos que tu espada subyugó a los rebeldes
y que tu voz convenció a los ignorantes.
Tenochtitlán, Texcoco y Tlócpan han unido sus fuerzas
para darlas al lago,
ya las palabras no revertirán en las dagas,
ni las voces centrifugarán la mirada de los hombres.
Ha nacido el imperio de los aztecas,
ha nacido sobre piedras unidas,
sobre maíz dolido.
Rumba el viento ferozmente todas las mañanas
sobre el lago Texcoco,
los dioses con sus coronas de vegetales
redactan los códigos y las leyes del bien
y cada cien años inmolan la naturaleza del pan.
Texcoco es el vino que enerva el pensamiento,
Texcoco es la espada que sangra en la guerra,
Texcoco es el verbo de los árboles viejos,
Texcoco es el escudo de los gladiadores,
Texcoco es la bota del agricultor,
Texcoco es la escalinata de los sacrificios,
Texcoco es el bien y es el mal,
Texcoco es la base de la creación.

Sobre los pedazos de la tierra
que emergen de sus ignotas honduras
y en el lecho que el hombre roba a las aguas
va creciendo Tenochtitlán,
los muros desafían los precipicios marítimos
y el barro reseca su estatura
sin necsidad del sol.
Las calles son de agua,
las barcas matriculan su esencia al transitar urbano,
los hombres comprometen su fuerza de errantes
al cauce sereno
y no dudan un solo momento en la simbiosis del lodo.



VIENEN POR VERACRUZ

Hace años que no te vemos Quetzalcóatl
por estas tierras,
supimos que partiste con la ira sagrada
de los dioses
y tu bastón brilló como tu barba en el oeste;
nos dejaste un recado ignoto,
vendrías después por el oriente
para traer la nueva justicia
y hacer ciudades dignas de ti.
Los guerreros han olvidado tus papiros de ley,
han roto tu indisoluble verbo,
más bien han creado la guerra y las discordias
en la meseta de Anáhuac,
han cubiertro de sangre las hierbas que creaste
con singular esmero, los árboles no enfrutecen sus ramas
ni la savia recorre su metálica senda.
En Texcoco están los edificios y los hombres
que te adoran,
pero no está tu verbo unificador,
y en cada uno de los corazones aztecas
está la incertidumbre de los huracanes,
el vaho de los relámpagos y rayos,
el delirar de la conquista.
Sin embargo al intruso esperan
con ingenuidad de siervos,
te creen venir blanco como dios,
en barcas gigantes
y con armas de enigma y poder ilímite.

Por Veracruz vienes, Cortés,
tu barba altiva de galán codicioso,
un timón sanguinario que derrota las olas,
una vela europea con banderas extrañas
y un cañón de metal marinero.
Por Veacruz, vienes, Cortés,
te arrastran leyendas de oro,
aquellos grandiosos edificios que describen los versos,
el poderío errante y escondido de otros pueblos,
el bosque que esconde collares y vasos.
Por Veracruz vienes, Cortés,
con una horda de vándalos y polizones,
unas proas que vierten sangre artificial de delirio,
una popa humeante y guerrera de sueño.
Si el mar supiera a qué vienes, Cortés,
las gaviotas volarán otras aguas tranquilas,
los troncos no flotarían en las olas cercanas
y ni una sola voz de presagio
saldría de su estro colosal y certero.
Pero ya es tarde,
las olas no burbujearán ni hundirán tus ensueños,
ya has pasado el momento del Apocalipsis,
ya no surgirá la furia del viento,
ni los huracanes levantarán en maremotos
la superficie que pisas;
ya es tarde, Cortés,
para la furia Americana.
Ni las aguas,
ni la tierra, ni los vegetales,
ni los insectos,
ni los peces,
ni el viento,
ni los ríos,
nada, absolutamente nada,
querrán tenerte entre ellos.
No habrá tiempo para que se rebelen las malezas
ni fieras para que los tiempos irrumpan
y corten la historia.

Se abrieron las puertas del imperio,
el águila que otrora dominara al ofidio,
el nopal que un día rezó para romper la tierra,
los penachos de las guacamayas
han sentido en el alma el ultraje sereno.
Se han abierto las puertas
al Quetzalcóatl de impostura.
El oro espera al extraño,
las arcas no tendrán paz
ni consuelo de tiempo...
Las escalinatas de barro que adornan los templos
no albergarán consuelo.
Las cúpulas que se yerguen como menhires y cerros
no ondearán banderas de imperio.
Solo una voz de terror cubrirá la meseta,
los hombres esconderán sus hembras
y las hembras sus vástagos.
El enigma que responde la historia
aclarará el camino de los hechos:
De la cumbre caerás hermano Azteca
con tus chales y botas,
los músculos que araron la tierra
e hicieron la milpa
responderán con deje a la orden del blanco.
Las manos que tejieron y tiñeron la tela
unirán con irregular cordura los hilos.
Una sombra total pintará los paisajes de enero.

Cortés ya está con los de Tlaxcala
en la puerta Tenocha,
su cara deslumbra de sorpresa,
allá están los alazanes primeros,
las espadas brillan en el extremo.
Cortés ya está con los de Tlaxcala
frente al azteca ex-guerrero.
Es un dios falso,
un hombre cualquiera,
sin embargo su espuela de crimen
recorre los puentes
y sus amigos corsarios
beben el beso de la hermosa indígena.


 
MOCTEZUMA HA MUERTO

Antes la sangre corría para adorar a los dioses,
hoy la sangre del Azteca recorre la plaza,
su cuerpo duerme sin alma
con dos cadenas aferradas a los pies.
Que se levanten los templos más grandes,
que resurjan los guerreros
con sus ajuares de hierro,
que el último Azteca yace ya en el suelo.
Que el diluvio inunde los valles
y traslade los montes,
que el último Azteca
ya no tiene palabra y yace ya en el suelo.


CUAUHTÉMOC

Hoy los aventureros que recorren los mares
en busca de ballenas,
o domeñan búfalos que nacen al norte,
o arrasan con los bosques para hacer carreteras,
o incurren en el espacio sombrío del cosmos,
o tienden un lazo de amistad a los pueblos
deberían llevarte a ti Cuahtémoc en el alma.

Quizá no recuerden que hiciste trincheras de hambre
para defender tu imperio,
ni sepan tal vez que tu arma blandió la firmeza
que el guerrillero hoy lleva en su lucha de nervio.


Pero tendrán que recordarte Cuauhtémoc:
en vano pasará tu epopeya, en vano arriesgaste tu carne
al arma que el blanco llevaba en su seno,
en vano recorriste esos montes amigos
para cantar la última lucha.
Fuiste el único Azteca que desafió
al nuevo imperio,
el último en rechazar los nuevos dioses,
y las banderas mercenarias de los neo-guerreros.

Si tu figura adornara cuartuchos,
si tu faz desafiante se dibujara en cada overol,
si tu palabra irrumpiera en las plazas de pueblo,
si cada hombre recordara aunque fuera un momento
la memoria del genio: 
No llovería sobre la Sierra Madre
el verbo esxtranjero,
ni el yaqui llevaría palabras de veneno,
ni en Chihuahua los niños fruncirían el ceño,
ni en Tampico aparcarían torpederos,
ni en San Luis Potosí las metrallas hirieran,
ni Veracruz ni Puebla fueran hoy
The Veracruz and Puebla,
ni Orizaba ni Popocatépetl
fueran montañas de plusvalía inmensas,
ni en México (antes Tenochtitlán),
la sangre del estudiante
rubricaría el decreto,
ni Tehuantepec, el itsmo,
sería ahorcado
por el cruel dinero.

                                                        Bogotá, junio de 1972
 


** Que las águilas preñen los nopales (1972) es después de La epopeya del barro, la segunda parte del libro América Escondida. Este poema americanista, indigenista, combativo y revolucionario fue escrito a los 18 años, en junio de 1972, mientras cursaba el primer año de Sociología en la Universidad Nacional de Colombia. El libro completo y unitario incluye otros largos poemas o cantatas: La epopeya del barro (1971), Que las águilas preñen los nopales (1972), Que renazcan los cóndores (1972), Aquí estamos Tupac (1970), Camilo, tu voz (1971), Campesina (1971), Hay una palabra (1972), Elegía del viejo poeta y La parábola de las águilas (1970). El mecanuscrito del libro lo cargué toda la vida de viaje en viaje, pero nunca pensé publicarlo. Cuando me fui de París hacia California, dejé extraviada la única copia en casa de mis amigos Maria Elvira y Alfonso Molano, pero uno o dos años después Alfonso me lo llevó a México y me lo entregó en Tepoztlán. Al regresar a vivir a París 17 años después, pensé que lo había extraviado otra vez, pero lo encontré por fortuna en un maletín de archivos. Tal vez sentía cierto desdén y experimentaba cierto "rubor" como diría Borges con esos poemas comprometidos, revolucionarios, épicos, de mi adolescencia. Pero el tiempo es circular y ahora en América Latina esos temas han vuelto a cobrar legitimidad cuando se reivindica con fuerza a los pueblos originarios que son los protagonistas de este libro. Ver en este blog, mi probable prefacio a este volumen: América Escondida, medio siglo después.


 
 
 

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