dimanche 15 novembre 2009

POETAS LATINOAMERICANOS ERRANTES


Por Eduardo García Aguilar

Después de leer la recopilación « Visiones de lo real en la poesía hispanoamericana »(*) realizada por el ecuatoriano Mario Campaña y editada por DVD ediciones en España, es legítimo pensar que las personas más notables del continente son y han sido los poetas. Porque en un mundo que tiene como prioridad la guerra, la competencia y la codicia insaciables, el bullicio de las telenovelas y el fútbol, aplicarse a un arte tan minoritario e ignorado es una prueba de rebeldía y generosidad.

En el ejercicio solitario de la poesía están implicados todos los sentidos y la aventura por esos caminos es una muestra de que aún hay esperanzas en el hombre. Que en vez de ejercer la vacía y rentable palabrería de los políticos, la intonsa jerga de los economistas y los juristas, el exhibicionismo del poderío económico o armado, un hombre prefiera el lenguaje poético, que sin duda lo llevará más rápido al olvido y a la pobreza que a la gloria, es síntoma de demencia o altruismo y confianza en el hecho de existir.

En este libro figuran poetas del siglo XX como el argentino Enrique Molina, Carlos Martínez Rivas y Pablo Antonio Cuadra, de Nicaragua, los chilenos Gonzalo Rojas y Nicanor Parra, el colombiano Alvaro Mutis, el cubano Eliseo Diego y los peruanos Blanca Varela, Carlos Germán Belli y Jorge Eduardo Eielson, entre otros. Esos nombres desconocidos para muchos ejercieron otros oficios para vivir de manera pacífica y sin hacer mal a nadie y en los tiempos libres, en la soledad de las tardes o las madrugadas, convocaron palabras que deslumbran y nos hacen mejores.

Porque la poesía es un lenguaje que nos mejora, nos eleva y nos cura de lo que el colombiano Barba Jacob denominaba « la desazón suprema ». Quien alguna vez tiene el privilegio de introducirse y gozar del lenguaje poético, no vuelve a abandonarlo nunca y recurre a él en tiempos de zozobra. Hubo grandes lectores de poesía entre los capitanes de los barcos que a media noche, bajo la tormenta, en el camarote, a la luz de una débil bujía recorrieron las palabras de esos locos que como Rimbaud o Rilke pudieron ser capitanes de ese barco llamado mundo, nave que siempre estuvo perdida y a la deriva.

La antología comienza con Enrique Molina, hombre con pinta de capitán, bajo de estaura, pero musculado, a quien vi una vez antes de que muriera, en un recital en México, en uno de sus últimos viajes que realizó a ese país. Su poesía es marina, erótica, y poemas como « Rito acuático » o « No Róbinson » son joyas inolvidables dedicadas a la pasión amorosa, a la usura de los cuerpos. Luego sigue Pablo Antonio Cuadra, mítico, alto, flaco y elegante, director de un gran periódico, con quien crucé unas palabras felices al subir por el ascensor del Hotel de la Ciudad de México, donde se realizaba un encuentro internacional de poetas. Comparte con su compatriota Carlos Martínez Rivas, autor de « La insurrección solitaria », esa capacidad revolucionaria iniciada con Rubén Darío que los hace inesperados, extremos y originales.

Más adelante uno se topa con la poesía de ese renovador increíble que es Nicanor Parra, que nos sorprende a cada renglón y nos hace desternillar de risa, invadidos por la ironía y el sarcasmo y la facilidad con que da otros sentidos a las manidas palabras. Nada que ver con la retórica preciosita latinoamericana y con « escribir bonito »: Parra descarriló a la poesía latinoamericana y la puso a caminar por los barrios y la vida cotidiana, como nos muestra ese duro y cruel poema dedicado a « La víbora ».

Su compatriota Gonzalo Rojas es otro de los que usan la palabra como una cauchera, quebrando verso a verso la vidriera de la realidad, jugando con las retóricas para demolerlas con el más cruel sarcasmo. Lo vi una tarde de mayo de 1998 frente al Palacio de Bellas Artes donde había estado el féretro del gran Octavio Paz : Rojas usa cacucha, es un viejo con mirada de pícaro y labios gruesos, bajo de estatura como Molina y al parecer está enamorado de todas sus alumnas. Jorge Teiller, del sur chileno, nos comunica por el contrario la lluvia y la humedad de los páramos, cerca a rieles abandonados entre la soledad, el desamor y el margen. Es una poesía desolada de ángel caído.

Eliseo Diego, Alvaro Mutis, Carlos Germán Belli, Eielson, Blanca Varela, Rosario Castellanos, Idea Villarino, Jaime Sabines, Enrique Lihn, Juan Gelman, Roque Dalton y Eugenio Montejo son otros de los autores incluidos en esta deliciosa antología de poesía latinoamericana dedicada a quienes bajaron de los pedestales de mármol y se untaron del barro. Al cubano Diego, el de « En la calzada de Jesús del monte », lo vi con todos los sobrevivientes del grupo de Orígenes durante el homenaje que se le hizo por recibir el Premio Juan Rulfo en la Feria del Libro de Guadalajara, el mismo año que estuvo dedicada a Colombia. Murió poco después y entonces estaba ahí silencioso, sabio y profundo como si supiera su inminente fin.

Al gran Alvaro Mutis, cuya poesía y la saga novelística de Maqroll el Gaviero son de las obras mayores del siglo XX, lo he visto en México, Bogotá, París y Madrid, con ese entusiasmo permanente y generosidad de quien sabe que la vida es un premio equivocado. Capitanes, contrabandistas solitarios, mujeres perdidas, enfermos, viajeros, pueblan esa obra vasta que nos cambia y de la que salimos distintos. Belli y Eielson son « raros » como todos los poetas peruanos : siempre encuentran una veta inédita para bucear en un mar de palabras extrañas y encontrar sus propios caminos.

El mexicano Jaime Sabines y Juan Gelman escriben una poesía que puede ser bolero o tango : el primero dulzón como los boleristas, lame de adjetivos, lágrimas y gomina el cuerpo femenino y el segundo, como en sus poemas « Ofelia » y « Mujeres », descree de la poesía con mayúscula y la acerca al barrio y al arrabal. De tanto demarcarse, Gelman ha creado un mundo propio en los santuarios de la poesía latinoamericana. Y de las mujeres salvadas, se destaca la Blanca Varela, con esa poesía vasta y estricta, llena de libertad, porque en su generación la rebeldía de la mujer poeta tenía que ser siempre doble.

Mucho se puede decir de todos esos poetas latinoamericanos del siglo XX, pero al escuchar su palabra, comprendemos que son grandes profetas destronados. Porque antes, en el siglo XIX y en el albor del XX, la poesía y el poder cohabitaban en los palacios presidenciales y los poetas como Nervo, Santos Chocano y Neruda discurrían hinchados en carrozas de gloria, ungidos de solemnidades como sapos rodeados de áulicos croantes. Después, en el concreto y terrible transcurrir del siglo XX, los poetas perdieron todo poder y fueron lanzados al margen. Por eso todos los incluidos en esta excelente antología de lo « real hispanoamericano », desde Molina a Mutis y de Parra a Montejo, cantan con la lucidez y el humor de los grandes campeones sin corona. Son reyes desnudos y tiernos sin laureles ni cetro.

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* Visiones de lo real en la poesía hispanoamericana. Mario Camaña. DVD poesía, 37. DVD ediciones. Barcelona, España. 2001. 298 pp.

samedi 14 novembre 2009

SOBRE NADA PERPETUA, DE EDUARDO GARCÍA AGUILAR


Por Rodolfo García. (Tomado de Vagón poetas)


El cuadernillo número 68 de la Colección Viernes de Poesía de la Universidad Nacional de Colombia lanzado en el mes de Agosto trae la escritura poética del escritor Eduardo García Aguilar. Sobre el maestro mucho se ha dicho ya, por vez primera nos adentramos a la poesía y una constante se dibuja, la estructura discontinua del signo, del momento, de la imagen.
Se concentran palabras a través de un viaje, sea histórico o subjetivo, en las mansiones majestuosas de la mente de quien mira, a quien se llama poeta.

Pese a que intentaste besarla frente al Duero,
la bella ha aceptado viajar contigo hacia Lisboa.
Entonces el vagón está lleno de complicidad y esperanza.
La colega de oscuros lentes escribe cartas de amor
y Portugal ya no solo un nombre lleno de mares
y ruinas espléndidas.

La reseña o el poema de un viaje que se fecha por 1998, el escritor sabe explotar las dos posibilidades. Así nos encontramos en repetidas ocasiones como en el poema "Tranvía fantasma de Lisboa". Donde se sigue dibujando la línea histórica que todos los signos sufren, que puede ser maravillosa y a la vez ruina, espanto y pasado.


Tranvía fantasma de Lisboa
con sonidos eléctricos de otro siglo
emitidos por almas naufragadas en Atlánticos
Fantasmas de Chiado
armatostes dinosáuricos
que bajan y suben por callejuelas
asustando al niño que aún nos queda

El poeta no está obligado a ser una mirada serena, madura y a la altura del sentido perfecto, es disfuncional, con miedos, vidente invidente, pregunta que no es pregunta y respuesta. El escritor superpone todos los sustantivos con un sentido claro y prístino, un elogio a la disarmonía, parafraseando al crítico italiano Gillo Dorfless.

¿ Es el poeta una una extraña antena superpuesta al volcán
o acaso un payaso solitario derretido entre sus colores...?

El que escribe es consciente de eso, que no decreta, no sana, no recrea, solo anota como cronista, periodista presuroso en la lentitud de los dedos del tiempo. Y pasea por todos los intertextos de la historia que la realidad física le ha posibilitado o sus lecturas, porque el escritor nada perpetua, solo yace allí, deteriorándose de manera magnífica al igual que la imagen o el recuerdo.El poema que da nombre al cuadernillo es buen ejemplo de tal.

Nada quedará de tu aventura: sólo cenizas a tu alrededor
vuelve entonces a tus orígenes aunque sea tarde
y chilla en la aldea o en tu proa de navidad.

NADA PERPETUA
EDUARDO GARCÍA AGUILAR
36P. COLECCIÓN VIERNES DE POESÍA.
UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA.
ISBN: 978-958-719-283-4